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Soy Begoña Álvarez y ¡AHORA SE LO QUE NO QUIERO!

Sin darme cuenta me vi envuelta en rabia y mal humor y pasé de ser una persona altamente positiva a una persona quejicosa, llena de angustia y con sentimiento de injusticia. Estaba sufriendo un alto nivel de estrés laboral, al igual que tú. La buena noticia es que eso vino para ayudarme a crecer emocionalmente, para retomar el rumbo de mi vida hacia dónde me proponga, para aprender a estar en calma y con positivismo, en armonía y siendo feliz y, ante todo, para guiar a mujeres que están ahora mismo sufriendo por este mismo estrés.

¿TE CUENTO MI HISTORIA?

Me iba tan bien la vida con los caballos. Para mí estar con ellos era como un escape después del trabajo entre semana, y una especie de club social el fin de semana.

También me iba bien la vida con el trabajo… excepto que la flexibilidad horaria empezaba a ser un problema para mí, tanto, que ya no sabía si trabajaba al día siguiente por la mañana o por la tarde, el fin de semana o no, y tenía que estar pendiente continuamente de la agenda para presentarme en mi turno correcto. Por lo tanto, harta, llegó el día en que le dije a mi jefe que me iba a explorar nuevos horizontes y que dejaba el trabajo fijo que llevaba realizando durante 11 años. No tenía miedo y estaba emocionada ya que otras aventuras se me iban a presentar.

Después de realizar un break de varios meses que me llenó de fuerza y vitalidad, inmediatamente, encontré un trabajo en una oficina multitareas. Me encantaban las tareas, aunque tengo que decir que al principio me costó adaptarme a la metodología de trabajo, dónde no sabía bien cuáles eran los objetivos o el para qué de lo que estaba haciendo. No obstante, me levantaba motivada e incluso los domingos no me importaba para nada que al día siguiente fuera lunes. ¡Ir al trabajo era apasionante para mí! Y por fin tenía un trabajo con un horario laboral estable y con las tardes libres para ir a los caballos.

De repente y sin previo aviso, me comunican en el trabajo que voy a cobrar bastantes euros menos al año por un error en el cálculo precio/hora en el contrato temporal, que, por cierto, me renovaban mensualmente…cuanta impotencia y enfado…

Al cabo de un año mi contrato pasa a ser fijo y estuve contenta por ello, no obstante, empiezan a darse cambios, movimientos estructurales continuos, ahora un jefe, luego otro, ahora un coordinador, luego otro, y el cambio de tareas se torna continuo. Trabajaba a ritmos frenéticos para alcanzar unos objetivos que no comprendía y si los alcanzaba, al día siguiente esos objetivos eran más altos; los rumores, la queja y el mal rollo se instaló en el ambiente; al final me veo formando parte de un plan de competitividad empresarial. Me siento presionada por los sistemas de control. Las comisiones las van reduciendo... Más trabajo, menos compensación, más control, menos valoración, más exigencias, menos confianza.

Mientras iba lidiando con las dificultades del trabajo, que cada vez eran más cambiantes, finalizaba las jornadas con dolor de cabeza, hablando pestes y enfadada, mi estómago era como una bola encogida y reprimida, empezaron a aparecer los primeros síntomas de ansiedad, me dolía la espalda por todos lados, un día incluso me fui de urgencias ya que veía doble las letras del ordenador, sentía mi cuerpo en tensión, empecé a experimentar insomnio crónico y un cansancio que ni en las vacaciones desaparecía. para colmo la confianza y seguridad en mí misma fueron disminuyendo sin darme ni cuenta…también me costaba desconectar, y sobre todo, me encontraba ante unos brotes de rabia en que no era capaz de reconocerme. Y así durante varios años.

Lo triste es que mi yegua Triana era quién cargaba con mi ira. La doma se hacía ardua y no había control en mí…me iba con sentimiento de culpa, llorando y con malestar…LO QUE REALMENTE PASABA AHÍ ERA EL REFLEJO DE MI ESTADO INTERNO. ALGO NO IBA BIEN…EN MÍ.

Seguramente a ti te pase igual, aunque los que te hacen de reflejo puede que sean tus hijos, tu pareja, tu familia o, incluso, tu animal de compañía…

Y es en este momento cuando empecé por casualidad un proceso de coaching con caballos, en que a medida que avanzaba en las sesiones, empezaba a ver con claridad y a bajar revoluciones, y en que, sin necesidad de realizar doma en Triana, ella empezó a acercarse a mí y nuestra relación cambió drásticamente.

Al mismo tiempo empecé de nuevo a disfrutar mi trabajo de oficina llegando a estar bien, cómoda y con calma dentro de un ambiente hostil, aprendí a vivir sin la queja, sin las críticas y omitiendo los rumores, sin tener apenas dolores de cabeza y manteniendo un cuerpo relajado, siendo incluso capaz de tomar mis propias decisiones. Aunque ese trabajo ya no me motivaba a levantarme cada día.

En cambio, estar con los caballos realmente me aviva el alma, al igual que poder ofrecer un granito de calma y tranquilidad a las mujeres que padecéis situaciones similares a las que yo he vivido. Deseo que logres realizar tu propia montaña de salud y bienestar allí donde sea que estés trabajando.

Con mi método, en un entorno natural y seguro, dónde hay tranquilidad pero también desafíos, si lo deseas podrás aprender de forma diferente a lo convencional, de forma rápida, de forma vivencial y nunca olvidarás tus sesiones, en que de forma divertida y positiva podrás alcanzar ese propósito o cambio que buscas, además de aprender a autogestionarte emocionalmente, y estarás preparada para afrontar la incertidumbre y los cambios que la vida te irá trayendo, y ya te lo tomarás diferente y hacia la manera que a ti te represente más saludable.

La naturaleza nos ofrece volver a nuestros orígenes como animal humano. Por eso conectamos con nosotros mismos con mayor facilidad y rapidez y es el motivo por el cual nos sentimos tan a gusto. Si te das cuenta, vas buscando de manera inconsciente esa naturaleza en la ciudad visitando los jardines, parques o incluso poniendo plantas en tu casa.

Los caballos son altamente sensitivos y gracias a sus miedos y su búsqueda continua de supervivencia exige en nosotros mantenernos en presencia continua, en el aquí y ahora, y estar en estados internos meditativos constantes; con esta claridad es cuando podrás poner foco hacia tu destino. Los desafíos y obstáculos internos te los saca el caballo, quieras o no, para tener la capacidad de observarlos y transformarlos en retos y fortalezas. Ahí está el verdadero cambio en todos sus ámbitos.

Si me lo permites, te acompaño bajo mi experiencia y sabiduría para que tu camino sea más fácil del que yo he transitado.

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